(Esta
fotografía ha sido cedida y esta protegida con Copyright por derechos de autor © Castells ®)
Subió
al tranvía, caminó al centro y se sentó rápidamente, se dio cuenta de que tanta
prisa no tenía importancia, porque tenía tiempo suficiente para llegar a donde
iba.
Miró su teléfono móvil, alguna que otra respuesta a mensajes de más importancia, los
demás: para después. Tenía una reunión importante y quería aprovechar el
tiempo del viaje para revisar los apuntes y temas que trataría.
Levanto
la mirada, frente a ella, medio siglo de amor y desenfado se mostraba ante sus
ojos.
Les
miraba con ternura y no pudo dejar de plasmar en una foto el recuerdo de sus
manos.
Manos
entrelazadas que encajaban perfectamente, armoniosamente.
Manos
que en sí mismas llevaban reflejadas las huellas de muchos años de trabajo, del
dolor superado, de pasión y confidencia, brindaban sin reparo su amor a todo el
que quisiera verlas.
Le
llegó a la mente el recuerdo de sus queridos padres, de su vida, de cuando
por primera vez pudo tomar de las manos a su pequeño hijo.
De
todas aquellas manos que se han cruzado en su camino. De las que siguen ahí, de
las que ya no están, de las que algún día: no estarán…
Su
garganta se hizo un nudo, que por unos instantes casi no le permitía respirar,
inspiro muy profundo, caminó a la salida, bajo del tranvía y pensó; que bien
valdría la pena tener muy cerca todas aquellas manos que más quiere.
Reflexionó
en un instante acerca de toda su vida y concluyó: que solo tomaría las manos
sinceras, que sería tan fuerte como, para dejar ir las manos que podrían sin
tocar decir adiós por alguna razón y mantener cerca las manos más cálidas, las
que no engañan, las verdaderas.