Una tarde muy fría del mes de Julio del año 2010, en Planta 5,
Sala B, Consulta Especializada 9 de Neurología, de un conocido Hospital de la
capital de España, Madrid. A la derecha de la puerta, una señal luminosa con el
nombre de la neuróloga, que no es otra, si no: mi amiga, la Dra. Carácter.
Sala de espera colmada de pacientes, pude ver que había sillas
libres, pero preferí caminar de un lado a otro. Después de varios minutos, me senté
a esperar, toda la expresión de mi ansiedad se reflejaba en mi pierna derecha
que no podía dejar de mover.
Realicé una llamada para confirmar mi vuelo de regreso a casa,
quería regresar lo antes posible, quería sencillamente escapar, no saber.
Por unos minutos, levanté la mirada y observé unos rostros
tranquilos, otros leyendo, otros con la duda en la mirada, como yo.
Decidí buscar calma donde no la había, la puerta de la consulta
se abrió y escuche mi nombre, me tocaba entrar, sin saberlo aún, a un mundo
“desconocido”.
En el interior de la consulta, mi amiga la Dra. Carácter , sonreía amistosamente,
comenzó a explicar los resultados de tantas pruebas, como documentos tenía
encima de su escritorio. Tantas palabras que yo alcanzaba a interpretar a
medias, me comentó que se había reunido con otros neurólogos en Estados Unidos
y todos habían llegado a la misma conclusión, entonces fue cuando pronunció la
frase que nunca hubiera querido escuchar “padeces Esclerosis Múltiple”.
A pesar de su brillante trayectoria y experiencia, quería pensar
que mi amiga estaba equivocada, que solo había ido a visitarla y que ese día
solo era un mal sueño, del que en algún momento tendría que despertar.
Permanecí inmóvil, regresaban a mi memoria preciosas imágenes de
parte de mi vida, todo lo que hasta este momento parecía importante, había
dejado de serlo (ni tan siquiera el viaje de regreso a casa, el mundo se había
detenido ante mis pies). Comenzaba a ser consciente de que mi vida cambiaría y
esta vez para siempre, en ese momento lo único que resonaba en mi cerebro era,
un escalofriante silencio, que solo pudo ser roto por un abrazo de las dos…
Acabo de recordar como me lo diagnosticaron, me hiciste volver a vivirlo, con la diferencia que yo estaba ingresada en el hospital y cuando me dieron el diagnostico de Esclerosis Múltiple, también padezco tu misma enfermedad, yo me desmayé , fue automático, diagnóstico y desmayo, me cayo un cubo de agua fría.
ResponderEliminarMe gusta tu escritura, me dejaste enganchada al blog, me quede intrigada, quiero más y más, me dejaste atragantada con ese abrazo final.
Quiero seguir leyéndote, ánimos, aquí tienes otra amiga más.